VISUALIZACIÓN DEL PAISAJE.
La facultad de ver desde un punto fijo no es direccional sino semiesférica (pues el ojo y la cabeza
tienen movimientos), por lo que en cada lugar de observación se deben estudiar las visuales que se pueden dirigir hacia todos
los sentidos, todos los planos y hacia todas las distancias, por medio de los cuales se pueden apreciar los contrastes, las
profundidades, los volúmenes y las transparencias.
La luz ambiental es una de las claves para la captación del paisaje, pues es la que ilumina la
escena.
Según la posición del sol respecto del objeto y del sujeto, se distinguen cuatro situaciones que
producen otras tantas imágenes distintas de un mismo paisaje:
Luz frontal: Ilumina todo el campo visual y permite apreciar la profundidad.
Contraluz: Dibuja los perfiles de las formas que se recortan contra el cielo, destaca los planos más que las formas y deja ver
las transparencias.
Luz vertical: Ilumina cada parte, pero con la pérdida de las sombras arrojadas, por lo que a veces el paisaje "se aplana".
Luz rasante: Muestra las texturas de los planos y las formas iluminadas de ese modo.
Iluminación del paisaje
En un paisaje pueden captarse campos visuales de tipo panorámico, o bien, ubicarse el observador
en un punto central para captar diferentes unidades visuales. La siguiente figura muestra el perfil de un paisaje en el que
desde una misma posición se pueden obtener siete unidades visuales distintas.
Un mismo ambiente natural puede verse como un paisaje abierto o cerrado. En la percepción del
paisaje cerrado entran en juego la mayor parte de las 10 modalidades sensoriales.
Tanto el paisaje cerrado como el abierto tienen estructura, forma nítida y diferenciación. En
el primero, los tres factores intervienen por igual, y en el otro la diferenciación es el que tiene mayor importancia.
Paisaje abierto con visuales panorámicas.
Se aprecia todo en un instante, pero sin recaer en los detalles que aparecen en un paisaje cerrado.
Paisaje cerrado.
En este tipo de paisaje el observador tiene una visión parcial del atractivo que visita porque
los límites del mismo le impiden contemplar otros aspectos de la escena más amplia que lo contiene.
En este tipo de paisaje toman un papel importante las modalidades sensoriales porque se está próximo
con las cosas.
LA IMAGEN DEL PAISAJE.
En el caso del paisaje, sus componentes, impresionan nuestros sentidos y nuestro cerebro, que
finalmente elabora esos datos hasta formar una imagen de esa realidad. Pero como todo paisaje es complejo, la actitud perceptiva
requiere tiempo para recabar todos los datos necesarios para definir una imagen completa.
En realidad, el conocimiento de un paisaje se vería emprobecido si lo limitáramos a las unidades
visuales que se pueden abarcar desde un punto fijo. Esto requiere que el paisaje natural no se puede captar de una sola vez,
sino que se ve en el tiempo y desplazándose mediante observaciones sucesivas que aportan, cada una de ellas, fragmentos de
la realidad. Este requisito de la visión, que incluye el concepto de espacio-tiempo o cuarta dimensión, le llamaremos visión
en serie.
Las diferentes imágenes, producto de una visión en serie, pasan a la memoria y de ahí regresan al pensamiento que construye
la imagen total al integrar las visiones parciales de cada imagen-recuerdo, que en
este caso son recientes y sucesivas.
FORMAS DE VER EL PAISAJE.
El impacto visual que produce el ambiente natural varía de acuerdo con el tipo de actividad que
realizan aquellos que lo visitan. Las mismas pueden ser de 3 tipos:
A) Espectador B) Actor C) Actor-Observador
Turista espectador:
Es aquel que se mantiene fuera del paisaje y se limita a observarlo desde los distintos puntos
de vista que le ofrece la ruta por la cual transita. Se detiene al borde del camino en los escasos miradores, pero la mayor
parte del tiempo sus campos visuales se logran a través de las ventanillas del vehículo. La actitud del turista es pasiva,
lo cual termina por aburrirlo; su relación con el paisaje es siempre lejana; él aquí, el paisaje allá.
Turista actor:
Es aquel que se incorpora al paisaje, pero para practicar algún deporte como el esquí, la motonáutica
o el surf. A veces tiene del paisaje una percepción menor que la del turista espectador, pues centra su atención en su actividad
y deja al paisaje como fondo.
Turista actor-observador:
Incluye a su vez dos situaciones:
1. El turista que entra y permanece en el paisaje:
Este conlleva actividades donde el actor se siente parte del paisaje
y deja de ser espectador para convertirse en protagonista. Por ejemplo: marchas por bosques o montañas, campings, baños en
algún sitio en especial, tomar el sol.
2. El turista que practica deportes o actividades
sedentarias:
Turista aficionado al veleo, pesca de bote o costa, caza, safaris fotográficos, etc. Comparte
su interés principal con permanencias prolongadas en un mismo sitio. Tiene largos períodos de espera o pasividad.
En América Latina, la mayor parte del turismo es espectador, una parte es actora y una minoría
es actor-observador. Por lo tanto es esta primera categoría la que requiere mayor atención.
El turista espectador requiere que los planes y sobre todo los programas se adecuen a sus necesidades,
ampliando los tiempos de las vistas de acuerdo con el tamaño del grupo y la importancia del lugar, regulando las velocidades
de los vehículos en los tramos pintorescos de los corredores turísticos y señalando con la debida anticipación la presencia
de un paisaje interesante.